lunes, 26 de septiembre de 2011

Mitologías contemporáneas: el lector y el iletrado

 

Publicado el 24 septiembre 2011 por Santiagobull

Mitologías contemporáneas: el lector y el iletradoLo he escuchado incontables veces, porque es una opinión tópica y típica, en boca de muchos y seguido de cerca por los infaltables asentimientos de cabeza: que leer hace mejores a las personas. Sea en términos de sensibilidad, felicidad o riqueza espiritual (término que, francamente, nunca he terminado de entender del todo... ¿de verdad tiene sentido, eso de la "riqueza espiritual"? ¿Existe ese pajarraco?). Y a más de uno, también, le ha tocado escucharme dar la contra. Porque no, no creo que la gente que lee sea "mejor" que la que no lo hace. A ver, no vayamos a confundirnos: la lectura es un hábito maravilloso, que me ha dado muchas de las mejores cosas que tengo en mi vida, de paso que algo que hacer con ella. Ni quiero ni puedo imaginar lo que sería de mí si nunca hubiese leído a Borges, a Tolkien, a Heidegger o a Quevedo, ni cómo es pasearse por Barranco sin algunas líneas de Martín Adán en la memoria. Pero de eso a decir que la gente que lee es "mejor" en algún sentido hay un salto tremendo. Y yo siempre me he preguntado, ¿de dónde nace ese fetiche? ¿Es, acaso, resultado de tantos años de romanticismo? ¿Rezagos de los tiempos en que ser un rebelde intelectual de la extrema izquierda era lo más adecualdo y cool para las juventudes? ¿Gajes de vivir en eso que Ángel Rama ha llamado "la Ciudad Letrada"? No tengo la menor idea de cuál podría ser la respuesta, ni cómo trazar las líneas de la genealogía de este fetiche. En general, siempre me ha interesado más lo que se hace efectivo, lo tangible, que los "deberías" con los que sueñan algunos filósofos y muchos autores de libros de autoayuda. Y lo que tenemos, detrás de tantos prejuicios y páginas, es gente. Gente que vive sus vidas, que camina por las calles, que entra en oficinas, bares, burdeles, mansiones, barriadas, departamentos, minas, mototaxis, yates, tumbas. O, en otras palabras, gente que saca adelante unas biografías fascinantemente distintas, remotas, marcadas cada cual a su manera por la desgracia, la frustración, la felicidad y el deseo, y que se ha quedado, merced de los golpes buenos y malos, con un montón de recuerdos que en buena medida  definen y hacen ser quien es a cada individuo, desde el más talentoso escritor al cajero del banco, del oficinista que sólo tiene lugar para los números al miserable que recoge basura de las esquinas para vivir. No es necesario leerse las obras completas de Tolstoy o Cervantes para poder aspirar a la sensibilidad: para eso, a falta de páginas, está la vida. Lo que tenemos, sin embargo, es otra cosa, ese prejuicio irracional que empuja a la gente "educada" (creme de la creme de la racionalidad, supone alguno) a discriminar (con o sin bondad) al iletrado, al analfabeto, al que se caga con todas las de la ley en los Clásicos de la Literatura Universal, al que prefiere no leer el libro porque espera a que hagan la película. Un prejuicio, ya lo digo, que no tiene ni pies ni cabeza. A ver, hagamos una prueba... tratemos de imaginar esa utopía del buen lector. Tómense cinco minutos, vamos. ¿Ya? Pues bien, ni idea de lo que habrán visualizado, pero a mí la pura verdad es que la sola imagen de un mundo lleno de gente "culta" me da escalofríos, y por diversos motivos que van desde lo personal hasta lo filosófico. O peor aún, ¿se imaginan un mundo lleno de intelectuales? Maldito sea dios... yo no lo soportaría. Lo malo de la lectura es que, para muchos, es una buena excusa para hacerse pasar por listo, por bacán, por culto o, horror de horrores, por interesante. Hace imaginar que existe una regla para medir a las personas, mientras se apegan a la idea de que la cultura (que para muchos se escribe con mayúscula) es su club privado, donde pueden discutir acerca de todo, aún de cómo "todo es parte de la cultura". Desgraciadamente para ellos, eso que algunos lectores dicen saber -aunque no todos lo sepan- es cierto: que todo es parte de la cultura, le pese a quien le pese, desde Ricardo Palma y Ovidio hasta el más aburrido de los notarios, desde el rockero más original al "popstar" con menos luces del panorama. En cierto modo, la cultura no es de nadie: nosotros le pertenecemos a ella, somos sus presos. De sobra está decir que he conocido a personas cuyas esmeradas lecturas de los clásicos no les han impedido ser menos sensibles que una piedra, así como a maravillosos iletrados, gente de verdad ilustre que no tiene ni la menor idea de quién es Madame Bovary. Gente que me es muy cercana, a la que quiero mucho y respeto más de lo que respetaría a cualquier Premio Nóbel no han abierto un libro en su vida. Gente cuya conversación, además, resulta siempre estar llena de cosas interesantes y divertidas, así como de algo que yo valoro muchísimo: sencillez. Yo no trato de provocar ni de escandalizar a nadie. Si generalizo, es porque nuestro lenguaje nos obliga a hacerlo, no porque crea que le gente que lee sea un grupo de delincuentes. Vamos, yo no podría vivir sin leer, y de pocas cosas me enorgullezco tanto como de mi biblioteca personal (reunida a lo largo de muchos años, y a precio de sudor, sangre y ahorros). Hay lectores maravillosos, muchísimos. De lo que se trata, para mí, es de romper un poco ese ideal, tan gastado, del buen vivir y el buen leer. Es más, arriesgaré una última opinión, muy personal, antes de dar por terminadas estas palabras. Tal vez la gente que no lee sea, en el fondo, mucho más feliz que la gente que lee. Cada vida trae consigo su consigna de desgracias, temblores y crisis, pero en la de los lectores se suma, también, la que traen los libros. Sartre, a mis diecisiete, me empujó a una crisis tan severa que hasta me hizo descartar la idea del suicidio, por absurdo, por poner un ejemplo. Pero no sólo eso: la vida de lector me ha formado un escepticismo tan sólido, un pesimismo tan culto, que a menudo me ha generado trabas existenciales. Y sí: me podría volar los sesos tratando de dar el giro adecuado a un problema de filosofía del lenguaje. Ahora, lo que sí que no voy a negar es que, leyendo, se aprende muchísimo. Hablo, pues, del perfil mitológico de la lectura, de ese escalafón tan curioso y -admitámoslo- un tanto patético que nace de lo que, en el fondo, no tendría que ser más que una cuestión personal, ya sea por placer o por intereses determinados. Hay gente que pone el grito en el cielo cuando se entera de que no he leído El Quijote, pero la pura verdad es que ese es un detalle de mi vida que no me preocupa demasiado, ni algo de lo que sienta que tengo que avergonzarme.

6 comentarios:

  1. Diablos! yo por mi parte, desde que me convertí en lectora (desde que tuve el primer libro en mis manos), me la he pasado defendiendo la lectura, a capa y espada, sea contra quien sea. A lo largo de mi formación docente me he hecho más consciente de los procesos que implica esta vida literaria. Sé, también, que tampoco podría vivir sin leer. No por el puro placer que me ofrece la lectura, más bien es una cuestión personal, de "crecimiento", si así es, crecimiento personal. Creo que la lectura nos ofrece lo que nosotros queremos que nos ofrezca. Mientras no busquemos trascender esta idea de leer para sentirnos superiores, jamás seremos unos verdaderos lectores. Mientras sigamos reproduciendo y multiplicando estos prejuicios, la sociedad seguirá teniendo una percepción superficial.
    No es solo el hecho de que quien lee, es superior o no, que quien no lee, es mejor y vive mejor, si no de lo que nosotros hacemos con lo que leemos, de como apreciamos y comprendemos esos mensajes, de como aprendemos y cuanto estamos dispuestos a hacerlo.
    Siempre que nos acercamos a determinado texto, indudablemente lo hacemos con propósitos y necesidades especificas.
    Con esto me atrevo a decir que la lectura nos ayuda a crecer como personas. Sólo si nosotros lo queremos, y eso es lo que buscamos en la lectura.

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  2. Estoy muy de acuerdo con mi compañera Jenny, al igual que con el texto, el cual me parecio muy interesante y a mi parecer con varias afirmaciones que en muchas de las ocasiones solemos hacer o escuchamos decir.
    Con respecto a mi experiencia lectora, puedo decir que no es tan basta como me gustaría puesto que mi acercamiento hacia la lectura no fue del todo agradable, por lo que mi trayectoria con la lectura no ha sido mucha; pero eso no ha impedido que poco a poco este adrentrandome a este mundo tan maravilloso y privilegiado de la lectura.
    Porque si bien la lectura he comprendido que la lectura te enriquece, te abre puertas, te ayuda a crecer como persona y quizás a ser mejores, aunque claro no debemos generalizar, pues como bien dice el autor; el simpe hecho de leer no garantiza que una persona sea mejor que la otra, pues considero que todo dependera del significado que cada uno le otorgue a su lectura.
    Coincido con el autor cuando menciona que no siempre es necesario leer los clásicos de la literatura, aunque en mi particular punto de vista y con respecto a mi formación docente, si es preferible conocerlos, porque en primer lugar forman parte de la cultura y en segundo lugar porque si yo quiero lograr crear el hàbito por la lectura debo empezar por mi, un buen ejemplo, lo cual creo que poco a poco estoy logrando.

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  3. Me he quedado completamente impactada, de cada una de las palabras y significados que tiene este artículo, durante muchos años se ha dicho que la lectura hace mejor a las personas, pero ¿Dónde quedan aquellas personas que no leen?. Mi acercamiento a los libros no fue fácil, me costo y me ha costado un poco de trabajo, sin embargo, considero que nunca es tarde, para leer.
    Estoy de acuerdo con el autor, porque muchas veces aquellas personas "intelectuales", las que leen, y sienten saberlo todo, en lugar de ser personas sencillas, son personas soberbias, que hacen menos a aquella persona "inculta", que no lee, que "no sabe".
    La lectura, nos debe hacer mejores personas, en este caso, un maestro en lugar de presumir cuántos libros ha leído, debe invitar y acercar a sus estudiantes a leer, tal vez sin que se den cuenta, si lo logra, vera que sus alumnos por instinto, por necesidad o simplemente por placer, comenzaran a leer.

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  4. La creación de un micro relato es algo que creo se hace por instinto y por propia decisión, es algo que no se puede forzar, simplemente se da

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  5. Me quedo con una frase del texto “la lectura es un hábito maravilloso, que me ha dado muchas de las mejores cosas que tengo en mi vida, de paso que algo que hacer con ella”, encontrarle el gusto algo que hacemos, lo hace mucho más fácil, pero sin ser incrédulos por supuesto. Hay muchos que por leer tanto, ya se han comido al mundo entero, peo creo que ese no es el fin d la lectura, porque hay pocos, que por no haber leído tanto son magníficos. Pero de esos muchos que dicen que leen bastante, a caso no se han dado cuenta que lo importante es conocer y no saber quien lee más libros. Haz lo que te Hace feliz, no lo que hace feliz a los demás.

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  6. Es verdad, la lectura es un habito maravilloso pero no garantiza la felicidad, esa depende de nosotros. Considero que sino aplicamos en nuestra vida diaria lo que leemos de nada nos sirve leer una biblioteca entera. De la lectura se obtienen grandes cosas una de ellas es ser mejores seres humanos, pero si eso no sucede más nos valiera invertir el tiempo en otra cosa.

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